Querid@s lector@s, me refiero al coche. No todos los coches hay que meterlos en el mismo saco, no todos son incómodos objetos del deseo desenfrenado de hormonas hirvientes de placer. No es lo mismo un biplaza o un monovolumen, la diferencia salta a la vista. Dada mi ignorancia sobre asuntos del motor, evitaré mencionar marcas o modelos, pero si puedo refrescar la memoria a muchos de los aquí presentes con estampas por todos vividas.
A dicha estampa voy a ponerle cara, es lo único que puedo hacer, no recuerdo su nombre. El caso es que en esa ocasión, el amante en cuestión tenía coche (cual? tampoco lo sé, a mi cuando me preguntan, solo sé decir el color), me recogió y después de unas horas de largo debate intelectual nos dirigimos a la típica zona de recreo para jóvenes, y no me estoy refiriendo a una cancha de básquet, sino a ese descampado por todos conocido, repleto de coches con cristales empañados y movimientos sospechosamente rítmicos.
Cuando te dispones a practicar sexo en un coche, aunque sea una área repleta de gente con el mismo objetivo, la vergüenza del pecador hace que abrir la puerta para sentarte en el asiento trasero se convierta en un acto impropio. Así que el primer paso consiste en pasar al asiento trasero por entre los dos asientos delanteros... es lo que en mi pueblo denominamos, hacer las cosas fáciles, difíciles. Con que arte recuerdo esos primeros pasos vigilando que la falda siga en su sitio, como los tacones se enganchan primero en el freno de mano y después en los asientos delanteros...y una vez conseguido, baja la falda con entusiasmo como si no hubieses hecho un número circense digno del Circo del Sol.
Bueno, ya estás tú atrás, ahora le toca a él, así que, vigilando que tu integridad salga ilesa, esquivas un codo, una rodilla, un pie... y listo!! Ya estamos los dos detrás.
Confiando en la comodidad de los asientos traseros procuras encarrilar de nuevo la "conversación" y entre ágiles toqueteos ves como tu trasero va deslizándose hacia el lado contrario, mientras tu cuello coge un ángulo algo incómodo, así que en el momento en que ya no puedes mirar a los ojos a tu pareja porque la manilla de la ventanilla la tienes clavada en el hipotálamo, pides tiempo muerto. Un tiempo muerto que aprovechas para terminar de tumbarte, o eso intentas porque tus piernas sobran por algún sitio.
Contorsionándote como puedes consigues "tumbarte". Ahora su turno... ufff... y con "ufff" ya sabéis a lo que me refiero. En el mejor de los casos él mide 1,65 pero que pasa si no es así....
Buscas una solución rápida... él de rodillas...sentados de lado.... espera q ya encontré... no, no, así no... espera que me estoy clavando.... Ya...! Por fin!!! Encontré una postura algo más "cómoda", él sentado y tu encima. Eso sí, nada de grandes saltos de alegría porque tengo todos los número de abollar el capó.
Sí, el coche, ese vehículo que hasta entonces lo utilizaba para ir de un punto A a un punto B, se ha convertido en una arma mortal, repleta de trampas para que tu cuello, zapatos o piernas queden magulladas por algún sitio.
Sexo sobre ruedas
A temprana edad, cuando empezamos a descubrir nuestra sexualidad como bestias en celo, cualquier agujero es trinchera, y cualquier espacio es digno para practicar el bello arte de amar. Pero claro, digno puede que si...cómodo definitivamente, no.
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